Belleza negra

Una adolescente profundamente afligida por haber perdido a sus padres comienza a tener un vínculo muy especial con un caballo que ha sido alejado de su familia.

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De todas las historias sobre animales y humanos y su vínculo lleno de amor y amistad entre especies, puede que Black Beauty y las novelas de Jack London sean las más conocidas, y las pioneras.
Al mundo del cine, y a Disney en particular, les ha encantado siempre adaptar estas historias melodramáticas en las que un animal capturado y maltratado acaba encontrando amor y una familia en un humano, generalmente muy joven, que responde por él y lo cuida y quiere como a uno más de la familia.
Pues eso es Black Beauty, versión 2020. Una película familiar, tópica hasta la extenuación, rodada con poco brío por Ashley Avis con un estilo absolutamente impersonal y llena de esos momentos «bonitos» entre un caballo precioso y su joven amiga, de esos que las familias adoran ver todos juntos en el sillón después de comer, preferentemente en Navidad o alguna fiesta entrañable.
Mackenzie Foy no hace un mal trabajo, y por fin va pareciendo un poco más mayor (en El cascanueces y los cuatro reinos aún parecía una niña, mientras que su partenaire, Keira Knightley, con su misma edad, ya era una mujer, heroína de acción e interés romántico en Piratas del Caribe y El Rey Arturo), y la voz en off de Kate Winslet acompaña porque la protagonista de Titanic sería buena incluso leyendo un menú de un restaurante chino, pero es verdad que la narración termina resultando algo machacona y pesada.
Nada que objetar dentro de su género y estilo, pero obviamente sólo es tractiva para su público potencial, que es básicamente el infantil y/o familiar, y cualquier espectador que tenga el tiempo libre para verla.